martes, 17 de noviembre de 2015

Atención, el deseo de existir.


¿En qué se parecen un niño gritando como un poseso, una campaña de posicionamiento SEO, un marido regalando flores a su mujer y un cliente poniendo una demanda? No es un chiste... Quitemos que el niño es un maleducado, el que la campaña SEO pueda ser mejor o peor, que el marido reclame atención para decir “te quiero” o para pedir perdón y que el cliente tenga o no tenga razón (a veces no la tiene); todos están reclamando atención.

La atención es un mecanismo de supervivencia, y no sólo es humano. Animales y hasta insectos centran su “atención” sobre objetos en movimiento brusco por ejemplo. El principal motivo es identificar una amenaza. Si bien es importante el mantener la atención sobre posibles amenazas, más importante es llamar la atención. Desde el mismo momento de nacer, antes incluso de detectar esos posibles peligros, intentamos atraer la atención sobre nosotros. Queremos que nos den de comer, que nos limpien y den confort, pero sobre todo, necesitamos que nos den cariño.



El mundo está lleno de estímulos y aunque somos conscientes de muchos, sólo somos capaces de centrar nuestra atención en unos pocos hechos u objetos, esto es básico para determinar nuestra realidad. En una misma escena varias personas pueden percibir distintas realidades en función de dónde centraron su atención. En esta realidad intentamos destacar para formar parte de la misma.

La atención es por tanto limitada (Amplitud), sujeta a nuestro interés ya que no vivimos igual una amenaza que algo bello. Despierta distintos sentimientos (Intensidad). Cambia con facilidad en unos casos y en otros no, su duración es variable (Desplazamiento) Y lo más importante, es controlable, todo lo anterior se puede regular por la voluntad (Control).

Estas características pueden verse alteradas y controladas por factores externos. Influye la intensidad del estímulo (Más o menos intensidad, más ruido, silencio; de hecho se utiliza para llamar la atención sobre una parte de un discurso, por ejemplo). Incluye el cambio y el contraste (Pasar de hablar con normalidad a marcar con lentitud las palabras, otro ejemplo a nivel de oratoria); también el tamaño (No es lo mismo andar por la calle y encontrarte con una pegatina en una farola para vender algo que ver una inmensa lona colgando de un edificio) La repetición (Si pasa un extraño por delante de ti, no le prestas atención, si pasa diez veces en una hora puede hacer que llames a la policía. Los anuncios son repetitivos) El movimiento (si has estado en el ejército sabes que el mejor camuflaje es el estar inmóvil, pasar inadvertido) Lo comprensible, lo estructurado (un examen limpio y bien estructurado o una presentación empresarial, atrae y mantiene más la atención). La prescripción del grupo (Si alguien conocido nos recomienda la compra de un coche porque ha tenido buenas experiencias, centramos nuestra atención en esa marca o modelo); en esto se basan cada vez más ciertos modelos de negocio, sobre todo por internet, en los cuales, los usuarios valoran y aportan sus comentarios.


También los factores internos influyen en nuestra atención. Así algo que afecta a nuestros sentimientos como la enfermedad de un ser querido, centra toda nuestra atención (Emoción) o si está relacionado con lo que nos importa (el discurso de un político atrae más que el de otro) (Intereses) o estar inmerso en resolver un problema y surge algo en internet que te da una orientación (Curso de tu pensamiento). Tu estado físico es también determinante, el cansancio hace más difícil el centrar y mantener la atención; así, el primer anuncio de una tanda es el más deseado.


El Marketing y la Venta se centran en la atención, en atraer la atención del consumidor. Una vez que se selecciona el público objetivo, se estudian y definen todos estos factores que captan la atención para el grupo (individuos que comparten una serie de características comunes) y se apela a la emoción (sobre todo anuncios en la época de navidad), la repetición (hay productos que los vemos hasta en la sopa), etc. Diréis que es manipulación, y en algún caso puede serlo. Si es manipulación, como decía una amiga blogera, “la mentira no puede mantenerse eternamente, en algún momento se nota” y si no que se lo pregunten a esas parejas que mientras dura el noviazgo todo es perfecto y luego la cosa cambia radicalmente; o cuando vendemos una expectativa comercial y luego no la cumples. La publicidad negativa es mucho peor.


Demos la vuelta y pensemos que somos nosotros los que recabamos la atención. Somos expertos, al principio he comentado que era nuestra primera línea de defensa nada más nacer. ¿Quién no ha utilizado estos factores con distintas técnicas cuando era pequeño, cuando era adolescente, con la novia/o, en el trabajo, con los amigos y conocidos? Lo hacemos constantemente. ¿Cuántas veces, cuando hemos demandado atención y no la hemos conseguido, hemos dicho?: ¡Es que parece que no existo! Y efectivamente, cuando no consigues atención no te encuentras en la realidad que los demás construyen. Tú eres consciente de tu existencia pero los demás no. ¿De qué te sirve tener un producto o servicio genial si nadie sabe que existe? A todos los niveles, y desde que el mundo es mundo, nos estamos “vendiendo”. Intentamos llamar la atención sobre el resto de estímulos para que esa atención se centre en nosotros. Llamadlo Branding, Marca Personal, o como queráis. En parte tu eres el responsable de definir quién eres y cuáles son tus cualidades que quieres destacar. Identificas qué defectos tratas de ocultar, mientras rezas para que no se noten mucho e intentas mejorar. Seleccionas a quién quieres gustar (sobre quién llamar la atención), porque tienes que tener claro que no se puede gustar a todo el mundo. Por último, quieres mantener la atención, haciendo que ese esfuerzo de mantenerla, merezca la pena. Da lo mismo si somos personas o empresas, todos buscamos la atención, el que nos quieran, padres, hijos, parejas, el personal a tu cargo, clientes, bancos,… y todos queremos mantener esa atención porque nos duele que dejen de centrar la atención en nosotros, que nos dejen de querer.


Vayamos un poco más allá. Hemos visto que la atención es un concepto fundamental y primario para nosotros, está incrustado en nuestro ADN, por tanto, su refuerzo es posible que sea el más importante para el ser humano. Centrar la atención es un acto voluntario, centrarla sobre alguien es decir: “En este momento eres lo más importante para mí” Por eso cuando un padre presta atención a una actividad que a lo mejor no tiene un interés por la propia actividad, la tiene porque inciden principalmente características como la Emoción (quieres a tu hijo y quieres que se sienta importante) o el Interés (porque hay pocas cosas que te interesen más). Dejemos aparte los externos como los gritos de ¡Papá! ¡Papá! ¡Mira!...


La forma en la que prestamos atención a los demás es la ESCUCHA. Muchas veces se confunde la atención al cliente con dar servicio. Dar servicio es posterior, antes hay que escuchar, conocerle, saber lo que quiere e incluso anticiparse. Cuando tiene un problema, lo que más reclama es que le escuchen, que entiendan su problema, que empaticen con él. La escucha no es sólo estar callado cuando nos hablan, es conectar con el otro, hacer ver que es importante para ti, que lo que le pasa lo sientes y eres partícipe. He oído a muchas personas decir de grandes personalidades, que cuando hablas con ellos/as te hacen sentir la persona más importante del mundo en ese momento. Estas personas quedan “enamoradas” de la otra persona. ¿Quién no quiere enamorar? ¡Es la máxima atención sobre ti! Esta es la respuesta, la mejor forma es centrar toda tu atención sobre el otro. Que se sienta también importante.


Necesitamos nuestros momentos de gloria, podemos hacer que sean pasajeros, utilizando distintas técnicas. Podemos tirar un petardo y todos volverán la cabeza, pero será un segundo. Escuchad. Escuchad para enamorar, no hay mejor manera de existir. Hasta cuando no existas, seguirás existiendo en la mente de los demás.



Diego Lias 

jueves, 5 de noviembre de 2015

Píldoras de felicidad



¿Has probado a tirarte de una montaña rusa sólo? Yo lo he hecho, no es tan divertido como cuando vas con alguien, y no me refiero a extraños. ¿Te has tirado una segunda vez justo después de la anterior? Yo lo he hecho, me dejó tan sorprendido la sensación de la primera vez que lo intenté una segunda vez (a mí me encantan las montañas rusas).  Dejó de ser divertido.

Cuando era pequeño he de decir que me pegué unos cuantos trompazos haciendo cosas que no debía. ¡Que os lo cuenten algunos de mis primos que eran compañeros de aventuras! Aprendí que todo tiene su riesgo y que el pasártelo bien a veces también duele… ¡Ah! y que el Ángel de la Guarda existe, estoy vivo de milagro.


Como veis no estoy en contra de las píldoras de la felicidad, con efectos inmediatos pero a la vez pasajeros. Una descarga de adrenalina no viene mal de vez en cuando. Hay otras más tranquilas: un concierto (aunque alguno puede ser como la montaña rusa), contemplar algo bello, la lectura de un libro, o un simple chiste.

En enero leí un artículo de Johann Hari periodista Británico. El artículo era un pequeño resumen de su libro recién publicado “Chasing the Scream: The First and Last Days of the War on Drugs” (2015) es un nuevo enfoque sobre el problema de las drogas. La verdad es que el artículo me impresionó y lo guardé. No menciono el artículo porque las drogas sean las píldoras de la felicidad, todo lo contrario. Me llamó la atención un experimento que se hizo hace muchos años en el que se ponía a una rata en una caja con dos pipetas para beber; una con droga y otra no. La rata bebía de la droga hasta morir. Conclusión: probó la droga y la adicción la llevó a consumir hasta su muerte. Años más tarde se hizo otro experimento con el agua y las drogas, pero en vez de una rata y una caja, se hizo una caja enorme con un parque de atracciones para las ratas lleno de ellas (volvemos a la montaña rusa). Aunque probaron agua y drogas, bebieron agua y disfrutaron de la juerga de estar juntos jugando. Sacaron a una y la metieron en la caja aislada. Bebió droga hasta casi morir, la sacaron y la reintegraron con las compañeras. Se recuperó. El artículo habla también de cómo personas que han sido tratadas con heroína en hospitales, cuando terminan el tratamiento siguen su vida y adictos a la heroína de la calle, en periodos similares al tratamiento, son incapaces de dejarla. Además conocemos adicciones que no son físicas, como la ludopatía (no se inyectan cartas en las venas), que generan efectos similares al “enganche” de las drogas. Hari concluye que el desapego, la falta de cariño y de contacto humano hace que se sustituya por el apego a otras cosas, hasta por la adicción al trabajo.


Se habla mucho en la red y fuera de ella de la alta rotación, de las nuevas tipologías de trabajadores dependiendo de cuando nacieron. Se atribuye la alta rotación a la llamada Generación Y o Milenians (los que alcanzaron los 18 en torno al cambio de milenio). Lo que les motiva y demandan para trabajar es: aprender y formación en el trabajo, que se les tenga en cuenta y que la empresa tenga un plan de desarrollo para ellos, que tengan entornos divertidos y que las organizaciones sean más horizontales (cuantos menos jefes tenga por encima mejor), que les digan si están haciendo bien su trabajo, que les hablen con transparencia, no les mientan y expliquen los porqués. ¡Yo me apunto también a esto y soy de la Generación X! (la que comenzó a trabajar en la crisis de los 90 con tasas de paro similares a la actual crisis). Creo que nos da igual la generación, todos nos apuntamos a que nos traten así. En el trabajo y fuera.


Ir de un sitio a otro se llama falta de compromiso y está muy relacionado con la búsqueda de la felicidad. Todas las generaciones buscan la felicidad, es nuestro mayor motor en la vida. El reverso de la moneda es evitar el dolor, evitar ser infeliz. Casi lo mismo, está en la moneda, pero no lo es.

A veces, se producen errores en los procesos de selección. Unas, no se cumplen las expectativas de la empresa (el candidato no es lo que esperaban) y termina en despido. Otras, el candidato entra en la empresa y ocurre lo mismo, no era lo que le habían dicho, termina en el abandono prematuro del puesto. Para evitar una alta rotación el primer paso es una buena selección. Una vez dentro, el tiempo pasa, las motivaciones de empresa y trabajador evolucionan. En general todos nos creemos que merecemos más que lo que se nos da, pero en el fondo somos realistas. No lo esperamos todo, pero algunas cosas si y depende de cada uno. No hablo sólo de dinero, hablo de reconocimiento, formación, lugar de trabajo, ambiente laboral, etc. Ya estamos hablando de si nuestra empresa es un buen sitio para trabajar, de la retención de talento y de otra serie de cosas a plantearse. La actuación depende de la propiedad, directivos, mandos intermedios y empleados en general. Pueden estar apoyados por profesionales internos y externos de RRHH. Todo esto es normal, lo habitual, la mejora continua tanto de empresas como de empleados y todos estamos involucrados.

Lo que no es habitual es el saltar de empresa en empresa cada seis meses o menos. Para la empresa es más un perjuicio que un beneficio por el tiempo y dinero invertido en la formación con un rendimiento futuro esperado que no se ha producido. Por parte del empleado la curva de aprendizaje ha sido mínima y por tanto la experiencia no es válida en su CV, una línea más pero sin un valor real.
No es un problema de jóvenes, es un problema global. Estamos siendo educados para buscar la felicidad en consumibles instantáneos, no por una gran mano negra, sólo es un negocio comercial. Todo se vende con “compre esto y será feliz” unas veces más directo y otras menos, apelando a sensaciones y sentimientos. Se muestran en televisión vidas estupendas sin problemas (salvo en los telediarios que algunos apagan para no ver “tristezas”), hasta los vecinos parecen tener vidas sin problemas (muchos se callan sus infortunios y muestran una cara distinta a lo que sienten). Nos dicen que tenemos el DERECHO a ser felices.  No sólo eso, hay que serlo todo el tiempo; si no, eres un fracasado. Todo esto, nos genera es una insatisfacción permanente y una búsqueda de la misma descontrolada. Nadie es feliz todo el rato, las felicidades que se consiguen rápido de la misma forma se van. La buscamos en cosas perecederas que nos apartan de los demás, pensando YO tengo DERECHO a ser feliz, sin pensar en las consecuencias de esa felicidad que pasa por encima de la de los demás, incluso de la gente que nos importa. Cada uno intentando huir de las responsabilidades que parecen ahogar nuestra felicidad, los más jóvenes escapando en los estudios o en sus primeros trabajos, los casados escapando de los hijos o de las parejas, etc. Nos volvemos adictos a múltiples píldoras de felicidad y nos aislamos en una caja.


Los golpes que te das al aprender a montar en bici son necesarios para luego poder disfrutar. En mi primer trabajo tuve momentos de sufrimiento, en los demás también he tenido otros sufrimientos, siempre distintos. Hoy no cambiaría ninguno, cada uno me ha convertido en lo que soy y de todos he aprendido. También en todos los trabajos he disfrutado, en todos he tenido mis píldoras de chascarrillos y chistes, el “subidón” de los logros y muchos buenos momentos. Cuando me acuerdo de los momentos felices, siempre me veo acompañado. Lo divertido ha sido poder compartirlos, con los compañeros, con los amigos, con la familia. No iba sólo en la montaña rusa. He renunciado al sueño de saltar en paracaídas hasta que sea más mayor, es un riesgo que no quiero correr teniendo gente que dependa de mí, porque he adquirido un COMPROMISO. Para tener derechos hay que cumplir con las obligaciones. No puedes esperar confianza sin haberla ganado antes.

No nos damos cuenta que hacer honor a ese compromiso que adquirimos con los demás y que los demás adquieren con nosotros, es lo que construye las relaciones humanas en la empresa y fuera. Estas relaciones que no se construyen ni mantienen sin esfuerzo y que en definitiva son la base de la felicidad. Si estás al frente de un proyecto, no hagas que la montaña rusa sea un trenecito aburrido; si eres de los que te montas, no viajes sólo.


Diego Lias